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«Querría que Lana me contara Ropavieja de noche, con el aire cálido del veranodándonos en los cachetes. Me sentaría a escucharla en una silla remendada con cintaadhesiva. Heredada de alguien que no sabía que su herencia se escacharía entre lasmanos como las frutas que saben imitar a la sangre. Ropavieja es algo así: el fluido quellena la boca cuando hablamos durante horas sobre algo que necesitamos desparasitar.Sus imágenes caen como los higos que se vuelven demasiado dulces para la higuera.Lo pesado y lo leve, lo cotidiano y lo que no podía suceder: en Ropavieja, duelo yfábula, se funden a través de una voz que trenza sus edades».Aida González