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«Oviedo se había transformado para los Ortiz en la Vetusta chismosa, envidiosa y clasista que Clarín había construido para Ana Ozores. En realidad, toda España se había convertido en Vetusta».Barrio de Valdebernardo, Madrid; año 2003. El portero de un edificio corriente le cuenta al responsable de la pastelería donde desayuna cada día que en su finca últimamente hay hombres de negro en los pasillos y coches de cristales tintados esperando fuera.Teatro Real, semanas después. Felipe de Borbón y Letizia Ortiz acaban de hacer público su enlace y acuden a un concierto de Mstislav Rostropóvich. Varios miembros de la aristocracia madrileña serán desalojados de sus butacas habituales debido a la presencia inesperada del príncipe y su prometida. En el descanso, se forman múltiples corrillos, pero solo hay un tema de conversación.Estas dos escenas reflejan a la perfección cómo fue hace veinte años la llegada de Letizia a la familia real y su presentación ante la sociedad española de la época. La periodista se convirtió en una intrusa, una amenaza, una presencia incómoda vista con suspicacia por los círculos más ortodoxos de la realeza. Solo por ser mujer, divorciada y plebeya , tuvo que soportar el severo escrutinio de los medios de comunicación, las ingeniosidades de los opinadores, el rechazo frontal de los aristócratas y la indignación de los católicos más conservadores.Con la mirada privilegiada de quien conoce un país desde fuera y dentro, Martín Bianchi Tasso reconstruye el impacto que tuvo en todos los estratos de la sociedad -la prensa y la televisión, la nobleza, la realeza, la política, la iglesia y el pueblo- el aterrizaje de una moderna profesional de clase media en una de las instituciones más arcaicas de nuestro país.