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En el centro de este libro hay un objeto: un trozo de chicle que tiene más de veinte años. El chicle lo mascaba, frágil pero furibunda, Nina Simone al salir a escena en el festival Meltdown de Londres, en 1999; quien lo rescató junto con la toalla donde ella lo había dejado fue el autor de este libro, Warren Ellis (ya entonces violinista de los Bad Seeds de Nick Cave, y desde hace una década convertido en su mano derecha), que lo guardó hasta el día de hoy, tan magnetizado por sus vibraciones como totalmente incapaz de tocarlo. El chicle de Nina Simone, el debut de Ellis en la escritura, documenta el proceso que sigue una reliquia custodiada con celo hasta ser expuesta en público, y por el camino captura el modo en que algo en apariencia insignificante puede, por obra de la admiración y el respeto, poner en marcha los mejores esfuerzos a su alrededor. Y si en el centro de este libro hay un objeto, en torno a él orbitan muchos objetos más: maletas y maletas llenas de recuerdos; una inesperada colección de contrapesos de llantas; una cinta de casete de la cantante griega Arleta y la canica de mármol que la propia Arleta le dio a Warren Ellis muchos años más tarde, cuando se conocieron; uno de sus primeros violines, lleno de inscripciones talladas a navaja, perdido y recuperado luego. Objetos que aparecen aquí como depositarios de la memoria, y con los que Warren Ellis amaga con construir una autobiografía abocetada que acaba por convertirse, después, en un rendido homenaje a un gran talento y un testimonio coral de las posibilidades de la colaboración, escrito con una sensibilidad encendida tan inhabitual como emocionante.