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Uno de los más grandes enigmas literarios de Japón, desconocido en Occidente. «Kawasaki no envejece» (Kenzaburo Oe). Por vez primera se traduce la obra de Chotaro Kawasaki, exponente fundamental de la «novela del yo» y uno de los escritores más personales del siglo XX nipón, celebrado por sus contemporáneos tanto como por las generaciones recientes de narradores japoneses. Autor involuntariamente periférico, Kawasaki se exilió de las avenidas principales de la literatura de su país para vivir cuarenta años en una chabola de la pequeña ciudad portuaria de Odawara, donde escribió la práctica totalidad de su obra, a la luz de una vela y sirviéndose de una caja de mandarinas a modo de escritorio. Ex-trañamente vigente y jovial para el lector contemporáneo, Kawasaki celebra con estupor la morosa verdad de su vida insignificante. En sus páginas, dedicadas a desnudar sus intrincadas y casi siempre amargas relaciones con el breve mundo que lo rodea, rememora el fallecimiento de sus padres, que aún lo atormenta; cons-tata su propia decrepitud física, sin dejar de sentirse agradecido hacia la vida y ha-cia cuanto le rodea; relata sus paseos, sus quehaceres y, sobre todo, elabora una crónica exacta y concisa de sus visitas al barrio del placer de su pequeña ciudad provinciana. El premio Nobel Kenzaburo Oé comentó en una ocasión que Chotaro Kawasaki ha-cía algo imposible para los demás: regresar una y otra vez a un mismo suceso, aña-diendo en cada una de las aproximaciones un mayor encanto a la historia, un nue-vo brillo, una frescura recuperada. Como la hoja que cae sobre un estanque y provoca en el agua ondas concéntricas, que intersectan con las de otra hoja caída de la misma rama, cada relato de Kawa-saki va calando hondamente en el lector. De forma casi imperceptible, las ondas terminan por alcanzar la orilla de ese estanque que es la vida del autor, lo abarcan y lo definen, permitiéndonos asistir a uno de esos escasos fenómenos en los que la vida y la obra del autor son una única cosa. «Suyo es el dandismo de aquel que vuela a ras de tierra». —Tatsuhiko Shibusawa «Su devoción y su dedicación me hacen brotar las lágrimas». —Sūshei Tokuda «Existen muchos tipos de ángel, como se observa en los cuadros de Paul Klee; Ka-wasaki fue para mí un ángel». —Takashi Hiraide «El más entero, pese a caminar por la vida cabizbajo». —Kenta Nishimura