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«Hay quienes consideran "Construyendo Babel" un ensayo, pero también hay quienes lo consideran una novela. Yo, sin embargo, creo que lo único de verdad importante es que no se lea como un libro, sino como una biblioteca. Eso quiere decir que sucede entre sus páginas y entre los libros que menciona porque se apropia de ellos, los hace suyos. Su historia no es solo la historia de una familia: es la introducción de esa historia en los espacios que hay entre otras historias, entre otras familias, en escenarios y tiempos distantes. Por eso comienza y acaba constantemente; por eso sus personajes pueden morir y resucitar en la misma frase; por eso el amor surge al mismo tiempo que se diluye; por eso, cuando uno acaba su lectura, tiene en realidad la sensación de estar comenzándola. »El origen del libro fue un misterio familiar. Mi padre tenía un hermano a quien yo no llegué a conocer, que fue borrado de los álbumes y las conversaciones mucho antes de que yo naciese, y cuya pista se perdió en Portugal en 1953 y reapareció en un remoto pueblo de Brasil en 1992, cuando a mis abuelos les llegó un telegrama en el que les comunicaban su muerte. Sobre ese tío mío descubrí algunas cosas cuando, a la muerte de mi padre, encontré entre los libros de su biblioteca una gramática de lengua akroá, que era la más hablada en la zona donde —según me dijo mi madre sin desvelarme mucho más— vivió mi tío los últimos veinte años de su vida y que hoy es una lengua casi extinguida. Aquel libro extraño, que fue el último vínculo que unió a mi padre y su hermano, se acaba de convertir ahora mismo, mientras lees esto, en el primer vínculo que me une a mí contigo, querido lector, querida lectora».